Carmelo Rodero pertenece a la cuarta generación de una arraigada familia de viticultores de la zona. Ya desde su más temprana juventud, se empapó de la sabiduría y el buen hacer de sus abuelos, ayudando en la elaboración del vino en los clásicos y antiguos lagares. Cabe destacar la juventud con la que comenzó a plantar sus primeros viñedos. Él sabía que la base de un gran vino pasa por unas buenas uvas, y convencido de la calidad de sus “perlas negras”, lo vio claro y junto a su esposa Elena apostó por el futuro elaborando sus propios vinos.
Hacia el año 1990 inició su propia andadura, siempre respaldado por su esposa Elena, Juntos apostaron por el futuro y la calidad sabiendo que la base de un gran vino se encuentra siempre en la excelencia de sus “perlas negras” que es como a Carmelo le gusta denominar al fruto de sus viñas. Todo este esfuerzo y búsqueda de la calidad se ha visto recompensado con galardones a nivel nacional e internacional a cada caldo elaborado desde entonces por Bodegas Rodero. A este apasionante proyecto se ha unido una nueva generación, Beatriz y María, las dos hijas de Carmelo y Elena. Ellas han heredado la pasión de sus padres.